Karina nunca se había considerado una de esas mujeres esbeltas y hermosas que pueden captar la atención de un hombre, y menos aún la del hombre que ha deseado durante demasiado tiempo.
Viktor Port era muchas cosas: arrogante, exigente y rico. Pero también era su jefe, y ella sabía que nunca habría nada entre ellos. Nunca podría haberlo. Estaba mal. Prohibido. Contra las reglas.
Viktor tenía que ser despiadado cuando se trataba de conseguir lo que quería. Y nunca había tenido que intentar conseguir a una mujer... hasta Karina. Ella se empeñaba en apartarlo, en negar la intensa química que era tangible entre ellos.
Y no le avergonzaba admitir que durante el último año se había obsesionado con ella. Su comportamiento tímido y naturalmente sumiso lo ponía duro y le hacía fantasear con ella de rodillas mientras le cedía el control voluntariamente.
Sabía que no podía ignorar lo que sentía. Ni siquiera iba a intentarlo. Viktor tenía que tenerla, y una noche no sería suficiente.